Todos los días la veo pasar. Cuando pasa por la puerta yo la saludo y ella me saca la lengua. A mi me encanta verla pasar. Cuando escucho la puerta de su casa, casi siempre a la misma hora, cuando siento ese aroma delicado, salgo corriendo y ahí la veo camino al almacén de la otra cuadra, cruzando la ruta. De no ser por la puerta o el alambre que nos separa, me le tiraría encima. Como me gusta. Ella vive allá frente al lavadero de autos. Espaldas al río.
Hoy estoy esperando ese momento. Quiero escuchar la puerta. Ya lo estoy deseando, desde temprano. Cuando el Gordo entró a la madrugada, se olvidó de cerrar. Raro porque nunca se olvida. Se ve que andaba apurado, en sus cosas. Iba refunfuñando. Me ignoró. Alcancé a entender apenas, que decía: "...la voy a matar y después me amasijo..." ¿A quien va a matar? si es mas bueno que el pan.
Ya es la hora. Me senté, la estoy esperando.
Sonó la puerta, ahí viene, es la mía. Mira, tiene dos colitas y un vestidito con flores, está jugando, tiene algo en la mano. Yo no me muevo, le voy a dar la sorpresa. ¡Uy! ya la veo desde acá. ¡Que linda es!
No llega más. El sol le da a la copa de los árboles y la iluminan mil luces. Me aguanto. Mucho me aguanto y no me muevo, me voy a volver de piedra, el corazón parece que se me sale por la boca. Se frena, ahora juega con algo que encontró en el tronco de un árbol, es una mariposa que sale volando. Es una gordita hermosa, mira como le brilla el pelo y el vestidito; quiere volar para alcanzar a la mariposa.
Se acerca más. Los ojos se me salen afuera. El aroma es tan dulce.
Viene un auto por la calle, me escondo detrás del álamo de la puerta, cuando reconozco al Flaco que para y se mete en casa. ¡Que puntería este! No sea cosa que me arruine la tarde mas soñada de mi vida.
Esta cerquísima, jugando con su mariposa. No aguanto más, salto y caigo delante de ella y abre enorme los ojos negros. ¿Ves? ¡Es para comérsela! Me acerco de un golpe y empiezo a chuparla, y a abrazarla, a ella le encanta porque grita a mas no poder, y yo más me excito. Se tira al piso -¿o cae?- El frenesí nos une, ella patalea y grita. Sigo encima de ella, ladro de contento. No quisiera parar nunca. Parece que llora entre los grititos, ¡Si es una divina!
Me estremezco. No se que pasó. Un estallido. Parece que viene de casa. Me asusto y corro, corro desbocado. No se porque. Con el estruendo, un escalofrío y una sombra negra que pasa al lado mío. Corro con ella, tras ella que vuela. Ya mi tesoro es un recuerdo. Yo corro si poder alcanzar a esa sombra que secuestra mis sentidos. Justo antes de llegar a la ruta, empina el vuelo.
Corro sin sentido, me detengo de a poco, mientras la sombra se pierde entre el tornasol del ocaso. Estático aúllo largamente todavía mirándola, y no escucho, al auto destartalado, con el paragolpes roto y manchado, que se acerca. Rápido y en medio del aullido, lo tengo encima.
18 febrero 2008
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