25 febrero 2008

En secreto.-

Doce, veinte caras, de tiza dibujadas, me miran. Me increpan y entre ellas se dan fieros mordiscos pero en silencio. En el silencio, solo se cuela de lejos un zumbido estridente, mientras, camino por este alambre sobre el abismo: Una bocanada de humo sube desde las tripas...

La habitación esta vacía. Solo las macetas de barro con gajos y hojas verdosas desbordando sobre el piso, un espejo sin marco y el escritorio. Nada más. La ventana se abre y el viento desparrama un pilón de hojas que se amontonan en el rincón entre la pared y la puerta.

…La asfixia penetrante me quema. Un hilo de sangre recorre y me guía en el laberinto; pero, ¿Donde estoy? Es lugar extraño. Un laberinto sin libertad final, ¿Sin salida?...

-¿Que son todos estos papeles? -le dice- ¿Vos escribiste esto?
- No, no sé que es.
- Parece tu letra – El estira la mano y se los acerca.
- Sinceramente no sé; habrán entrado por la ventana.

…Cuando me pasa esto, la mente se pone en blanco y negro. Me polarizo. La cabeza no responde, se desboca. Enfila por los más extraños lugares sin camino. Atravieso puertas, caigo en redes y sin soltarme me arrastro con todo encima. No lo logro. No la puedo detener, pues al sentir apenas una mirada, gira inmediatamente y vuelve por la misma senda, a untarse con esas ideas incongruentes y ampulosas. Sin eje gira, sin centro. La búsqueda es errática. Un sueño del que no despierto, porque es real. Y ya aclaro: No realidad, pues solo yo lo percibo, pero es real, tanto que me habita y me marea...

Vacila. Después de unos segundos de duda lo despide amistosamente. Promete llamarlo. Piensa en los meses que había eludido la situación y como todo se vio trunco en un instante. Escucha los pasos como se alejan y junta los papeles. Quiere fumar, no encuentra los cigarrillos, el encendedor. Deja el pilón en el escritorio, se apoya. Sus manos tiemblan y buscan el lápiz.

…Las voces me interrumpen, son como hilos de pensamientos. Asoman, suenan y me interrumpen. Detecto una voz que se apoca, dejo de escucharla y me alejo. La puerta me libra y me cuida; del frío de esas palabras; del hambre de esas miradas. La música es extraña, de otro país y el ritmo no sirve. Son aletazos rotos.

Clic.

Camina hacia atrás, siente un malestar, abre los ojos. Las ratas caminan, se pasean a sus pies. Oye y entiende, la punta del lápiz se ha roto. En el espejo encuentra, en su hombro, una enorme y gris, que le dice, su chillido al oído.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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