20 noviembre 2007

El Dios de los Páramos - Preliminar.-

Existe la creencia de que el Dios de los Páramos, es el Dios creador. Esta, se sitúa en el origen, cuando el mundo solo tenía desiertos helados, montañas y mares.

Las montañas y los volcanes estaban cubiertos de nieve hasta llegar al mar.
Del volcán mas soberbio se desprendió, en una gran erupción, una gran cantidad de piedra incandecente que, al quedar en contacto con la negrura que envolvía al mundo, pintó el cielo, destapándose, por eso, la luz y los colores. Estas piedras quedaron estampadas en el cielo y la más cercana, se convirtió en regente, en ese mundo primordial. El cielo se tornó azul y el sol con su luz calentó el aire.

Una mañana sentado a la orilla del mar, el Dios de los Páramos, encontró que el cielo y el mar se parecían desde donde él los miraba. Imaginó que en el lejano punto donde la vista se perdía, se tocarían, y que uno, era simplememte, el reflejo del otro. Fantaseaba este Dios juvenil.

De estas fantasías se han desprendido infinitas leyendas.

Sentado imaginaba que uno podría, por ejemplo, escribir en el mar y leer en el cielo. Despreocupado, como estaba, tomó un puño de nieve, mietras la luz del sol que se reflejaba en el cielo, penetraba en el mar. La nieve en su mano, sin derretirse se fue moldelando. Jugando, siguió obnubilado contemplando el cielo móvil a sus pies. Con la vista aún perdida, creó una figura, a la que dió cierta forma caprichosa. Alguna de las leyendas acota que fué como una flor de hielo.
Esto lo distrajo todo el día, mientras descubría aristas inesperadas en su creación. Al volver de su ensoñación lúdica, vió en su mano abierta, el resultado inconsciente de su ilusión y ensimismamiento y sonrió por primera vez. El primer gesto. Esa sonrisa, emanó un extraño candor que llegó al bollito de nieve.

Aquí se originó involuntariamente el ritual, la celebración de la vida, que aún en estos días puede verse recreado por los creyentes, de variadas y elocuentes formas.

La figura, apoyada en una piedra, a orillas del mar, empezó a derretirse. La nieve empezó a escurrir hacia el mar, naciendo de esta forma la vida. Evolucionando luego en criaturas, ya que el Dios de los Páramos las habia creado.

Así despertaron todos los seres acuáticos.

Luego de un tiempo, unos, tomaron el control del medio marino, soslayando primero y esclavizando después a sus hermanos mansos. Otras criaturas, mas orgullosas, antes de verse esclavizadas por sus hermanos, les dieron la espalda, con el objeto de no volverse sanguinarios como aquellos habian sido. De tal forma que emergieron, dejando el mar y poblando de esta manera la masa de tierra del mundo. Unos vertebrados, algunos en cuatro patas o en dos. Se fueron diseminando y amoldando de la misma forma que lo habian hecho en el agua.

La nieve y los glaciares se retiraban a las cumbre a medida que estos seres avanzaban, dejando ver debajo, una tierra negra de la que brotaron, primero pequeños helechos y después frondosos árboles.

Al cabo de un tiempo lo mismo pasó en la tierra, es decir, algunos seres aprovecharon la mansedumbre de otros, de modo que los más orgullosos de los seres que habian emergído, a su vez, cobrando alas, se alzaron en vuelo hasta las cumbres, de donde habían venido, primigeniamente. La primera vida, la nieve misma, de la boca del volcán, que humeante nos recuerda, día a día al Dios de los Páramos.

Esto no fue fácil y tuvo mil matices.

Uno remarcable sobre otros, es que de estas luchas y evoluciones, sin embargo, habían surgido seres melancólicos, que no resistíeron el lazo revulsivo de esclavitud que sus hermanos habían echado sobre ellos, pero tampoco, resistíeron el cambio de medio, quedando abrazados a dos realidades irreconciliables, de modo que su evolución fue rota. A mitad de camino entre un ámbito y el otro, siendo de esta estirpe, ciertos fenómenos.

Algunos de estos seres melancólicos y orgullosos son la Sirena o el Ìcaro. Otro ejemplo, Yo mismo. Aquí, aleteando el aire y con mis branquias rojas.

08 noviembre 2007

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escríbime la oreja
óyeme a los ojos
aunque más no sea
tócame con tu lengua.